13.30 horas: Apertura del comedor social
Un parche a la lamentable situación de estas personas es la asistencia que reciben en los comedores sociales. Centros que no sólo se llenan de personas sin techo, las hay que tienen vivienda pero atraviesan por graves problemas económicos: jubilados que no pueden hacer frente a sus gastos con la pensión que reciben, inmigrantes desubicados en su nuevo destino o personas que sobreviven con menos de la mitad de la renta media per cápita también se sientan en las mesas de los comedores sociales para continuar su camino y poder hacer frente a los baches que a veces presenta la vida.
En aquel mes de abril las 110 plazas de que disponía el comedor social de Valladolid, entonces con sede céntrica en la calle Echegaray, pronto quedaban cubiertas. Cada día, a eso de la una y media, la cola de usuarios doblaba la esquina para convertirse en un pequeño barullo a la hora de entrar. Antonio, que hacía dos años que ya podía comer en su casa, aún visitaba de vez en cuando a antiguos compañeros en el rato de espera previo a la apertura de puertas. Pero según me contaba, “muchos de aquellos con los que comía codo a codo ya no están porque la gente va y viene y prueba suerte en otros sitios”. De ese ir y venir llegaron a Valladolid las veinte personas de diferentes puntos de la geografía española que utilizaban el servicio en aquel momento. Por ejemplo, una señora que afirmaba ser “del mismo Ciudad Real, de la capital de La Mancha, de donde Sara Montiel, Antonio Gala, Almodóvar…” en una irónica comparación de destinos. Escasos kilómetros, por otra parte, en relación a los recorridos por la mayoría de usuarios, extranjeros de países lejanos.
Con una demanda que supera en muchas ciudades el número de plazas ofrecidas, es la valoración de las situaciones personales y necesidades económicas realizada por los centros la que determina quiénes son los afortunados para sentarse a la mesa frente a un plato caliente. A Manuel, un usuario del comedor social de Valladolid desde hacía doce años, le quitaban diez días al mes de servicio “por cobrar un poquito más” pero, con una mezcla de resignación y agradecimiento, afirmaba que al ser gratis no podía pedir nada más, “porque no es como el que paga por comer, que puede exigir”.
La realidad es que no hay sitio para tantas personas sin recursos y en algunas ciudades se reparten vales, bocadillos y bolsas de comida fría a quienes se quedan sin plaza en el caso de que el comedor esté al completo. Sólo en fechas señaladas se hace una excepción con menús y cenas especiales para compensar las comilonas que engulle el resto de los ciudadanos.
Y visto el panorama me pregunto qué más podíamos esperar del año que se fue si hace tiempo que las fechas y los días internacionales de determinadas causas a veces ya no sirven ni de memorándum. Si no hay recuerdo ni mucho menos reacción. Y, mientras tanto, a quienes sufren una auténtica crisis particular y comen una vez al día les suena a guasa aquello que ahora es un consejo general. Porque quizá cuando vayan a buscarse el cinturón no encuentren nada.
Reflejas una situación que, desgraciadamente, para muchas personas es invisible y, es una lástima porque nadie nos exime de ello...Como has dicho "si no hay rcuerdo ni mucho menos reacción" al menos con artículos como éste esperemos que exista la concienciación, permitiéndo a estas personas darles voz...
ResponderEliminarRealmente estamos pasando un momento crítico que nos afecta a todos. Hay personas con verdaderas dificultades y la solución supongo que es muy complicada
ResponderEliminarSaludos y buena semana
Eso es lo que pretendo, "anónima" ;)
ResponderEliminarLa solución aparte de complicada creo que va a tardar en llegar. Gracias por pasar, Javier.