sábado, 23 de enero de 2010

Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña: una labor reconocida

La figura del fotógrafo dedicado a mostrar la realidad humana en distintas partes del mundo con un objetivo de denuncia la constituyen personas que, ante todo, realizan un enorme esfuerzo para que los demás podamos conocer todo aquello que vieron en directo cuando presionaban el disparador. En muchas ocasiones su labor es, sin duda, arriesgada y, como tal, es de agradecer que sus méritos sean reconocidos una vez que sale a la luz todo ese material fotográfico que ha sido capturado a miles de kilómetros.

Uno de los galardones que presta atención a este tipo de fotografías que sirven de testimonio y de denuncia es el Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña, que en su XIII edición ha recaído sobre el fotógrafo italiano Francesco Cocco por su serie Afganistán, país que lleva sumido en conflictos durante toda su historia moderna. La serie se compone de estas tres fotografías:




El homenajear a los cooperantes de Médicos del Mundo asesinados en Ruanda y Bosnia en 1997 fue el motivo por el cual nació este premio, que toma el nombre de uno de ellos: Luis Valtueña, también fotógrafo de profesión. El concurso se divide en varias secciones relacionadas con la exclusión social, los derechos humanos, la inmigración o los refugiados, entre otras.

Aparte de Francesco Cocco, en esta ocasión también han sido premiados otros dos fotógrafos italianos: Giulio Di Sturco, por la serie Las secuelas en Bihar (donde refleja el resultado que dejo tras de sí el monzón que tuvo lugar en el nordeste de la India en 2008), y Pierluigi Georgi, por Apnea (mención especial del jurado; muestra las condiciones de vida de una campamento de romaníes en Tirana, donde son discriminados por los albaneses).

Este galardón permite descubrir cada año centenares de trabajos de indudable calidad de fotógrafos que captaron en su momento tanto realidades espeluznantes como esperanzadoras. Si os interesa conocer nuevos nombres de fotógrafos que se dediquen a esta temática, os recomiendo buscar los listados de finalistas de cada edición. Por ejemplo, en la edición anterior el ganador fue Andrew McConnell por su trabajo en la República Democrática del Congo y completaron la lista de premiados Víctor Fraile, Orlando Barría y Aitor Lara. Walter Astrada también estuvo entre los seleccionados con esta fotografía sobre la violencia postelectoral en Kenia en 2007:


En cuanto a las 29 fotografías seleccionadas del XIII Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña, se pueden ver en una exposición itinerante que recorrerá varias ciudades españolas a lo largo de todo el año 2010 (hasta el 24 de enero en Madrid en La Casa Encendida). Si todavía no ha llegado a vuestra ciudad, podéis verlas aquí (recomiendo configurar la presentación a un ritmo lento para poder leer la descripción de cada fotografía una vez desplegada la pestaña Mostrar información). A continuación, un vídeo en el que también aparecen recogidas:

domingo, 17 de enero de 2010

El antes y el ahora en Haití

En el país más pobre de América el ambiente es más irrespirable que nunca. No es casual que las catástrofes naturales siempre causen mayores desgracias en países que no tienen medios para defenderse de ellas. Por no tener, un gran porcentaje de sus habitantes no tiene ni qué llevarse a la boca, pero eso ya era una constante antes del terremoto del 12 de enero de 2010.

Provoca una enorme tristeza la devastación de parte del país haitiano, sepultado bajo sus precarias construcciones, el ver todo ese sufrimiento humano y también que conozcamos ahora a los muertos de Puerto Príncipe sin apenas haberles prestado atención cuando estaban vivos. No es el caso de fotógrafos como Patrick Farrel (ganador del Premio Pulitzer de fotografía en 2009), que ya retrató en su día la indefensión de Haití ante otras catástrofes naturales (no de tanta magnitud como la actual) y reflejó la pobreza en sus calles, frente a la imagen de Haití como destino paradisíaco de los folletos turísticos que (obviamente) no muestran la otra realidad del país: la miseria, el abandono, el caos institucional, la corrupción, la violencia urbana y la falta de medios para la atención sanitaria (por lo que, por ejemplo, Médicos Sin Fronteras está presente en el país desde 1991).


Ahora vemos cifras de muertos calculadas “a ojo” e imágenes de excavadoras que transportan cuerpos como si se tratara de mercancía, pues los haitianos ni siquiera pueden enterrar dignamente a sus muertos. Una vez más también aparece en escena el sensacionalismo y la posible falta de ética. En todos los casos son fotografías que reflejan mejor que mil palabras el dolor de los haitianos, pero en momentos como este hay que tener especial cuidado a la hora de distinguir entre lo informativo y lo morboso, pues muchas de esas imágenes resultan demasiado explícitas (en las Cartas del lector de los periódicos nacionales ha quedado de manifiesto la disconformidad de más de uno con las fotografías publicadas). Por otro lado, la mayoría de informaciones aparecidas en esos medios no profundizan en la tragedia (se olvidan de su función de análisis y de denuncia) o versan sobre la indudable grandeza individual de los miembros de los equipos de rescate, pero no sobre la reinante injusticia global. (Caso aparte -por tratarse de un vídeo y no de fotografías- el de TVE, que erró en la emisión de un vídeo que no se correspondía con este terremoto).


Haití, antiguo país colonial que posteriormente fue controlado por varios dictadores, ha sido olvidado durante años por la comunidad internacional y, sin embargo, ahora la gran potencia mundial no ha tardado en aparecer como la encargada de su reconstrucción política y económica. Parece que tampoco es casual que hasta que no se llega a una situación tal de caos, hasta que no ocurren desgracias como ésta, el interés sea mínimo. Claro está que la actual es una situación excepcional, pero precisamente porque nadie antes se había preocupado por los problemas de Haití, por su ahogamiento en la deuda externa, nadie estaba interesado en su desarrollo durante los años previos a esta catástrofe (natural, sí, pero más profunda que eso, también).

Ya veremos dentro de unos meses qué cobertura informativa realizan los medios sobre lo que suceda en ese territorio fantasma y ya comprobaremos cuáles han sido las respuestas políticas a largo plazo. Ahora mismo sólo cabe pedir solidaridad y ayuda para Haití, desde ya y en adelante (aunque dejen de aparecer imágenes en los medios cada día).

domingo, 10 de enero de 2010

Muertes públicas

El tratamiento de la muerte de las personas en los medios de comunicación es un tema envuelto en polémica. Un acto como la muerte debería ser respetado plenamente, pero el asunto se complica cuando aparece la cuestión de si debe primar la información en cualquier caso o si deben aceptarse excepciones. Lo que sí es cierto es que cada situación concreta debe ser analizada y debatida por separado.

Por una parte, podemos encontrarnos, por ejemplo, con fotografías informativas explícitas de personas al borde de la muerte o directamente abatidas en una guerra. En este caso son fotografías de denuncia que, como tal, llevan unido el calificativo “informativas”: es necesario informar a la sociedad de realidades muchas veces silenciadas por muy crudas que sean las imágenes. De esta manera, es posible que más de uno despierte de su profundo letargo y se interese no sólo por lo impactante de la imagen sino por el determinado conflicto en sí. Es una fórmula utilizada para crear empatía en aquellas personas que no conocen el significado del término.

Sin embargo, la línea entre lo puramente informativo y la imagen “ficticia”, aquella que ha sido retratada simplemente por su impacto visual (y a veces incluso provocada), es muy difusa. El problema aparece cuando en vez de retratar esa realidad lo que se pretende es buscar la imagen más sangrienta, más impactante, primeros planos de personas muertas que no añaden información adicional a la noticia, sino que están destinadas a ser publicadas por puro espectáculo o morbo que puedan suscitar en el público, con el fin de obtener una mayor atención y audiencia y, por tanto, mayores ganancias. Esto es lo que sucedió con la portada de El País Semanal del 1 de marzo de 2009, en la que aparece una fotografía del cadáver desnudo de una mujer que fue violada y asesinada en Ciudad Juárez, tomada en el interior de una sala de autopsias (ver: apartado Juárez, fotografía número 30). La actuación de su autor fue la de ir a ese recinto en busca de una fotografía que no dejara indiferente a nadie, pero se trata de algo pensado con antelación y no de una fotografía tomada en el mismo momento en que se produce un hecho. Esa falta de espontaneidad hace que la fotografía sea aún más frívola si cabe, a la vez que el hecho de que el cadáver no esté cubierto no aporta más información al asunto, sino más morbo, más curiosidad insana, daño de la sensibilidad o simple impacto visual dependiendo del receptor.

Todo esto debe planteárselo un medio de comunicación ante determinadas imágenes antes de su publicación. Debe plantearse que, teóricamente, los fines que pretende con sus informaciones deben ser puramente informativos; no obstante, en la práctica muchas veces tiene más peso todo aquello que vende más que una información pura. Asistimos a una especie de circo o show mediático en que lo que menos importa es el respeto por las personas, aun después de muertas (mucho menos si no son de nuestra misma nacionalidad).

Una servidora considera que la fotografía de aquella portada jamás debió ser publicada y menos aún, utilizada como reclamo. Da la sensación de que se aprovechan del cadáver para que pose como una modelo de pasarela (colocado intencionadamente de costado), sin maquillaje pero con iluminación adecuada incluida. Hubiera suscitado menos polémica si el cuerpo estuviese tapado, pues se mantendría oculta la identidad de la persona (aunque distorsionaran el rostro en la foto original, sigo considerando que es insuficiente) pero aún así, supongo que existían más posibilidades aparte de esta versión polémica para hablar sobre los crímenes que se cometen en Ciudad Juárez, un tema sobre el que, sin duda alguna, debe ser informada la sociedad. Esas otras opciones pueden alcanzar desde la utilización de un titular atractivo para captar la atención del lector (sin caer en el sensacionalismo) hasta cualquier otra fórmula más legítima que la que se empleó en su día, por ejemplo, mediante otras fotografías sobre el asunto como pueden ser las cruces en memoria de las mujeres asesinadas, imagen también más fácil de relacionar con el feminicidio de Ciudad Juárez que una sala de autopsia, que sin un texto que contextualice la fotografía no tendría un significado completo a primera vista.

¿Hasta qué punto puede tomarse la muerte de una persona como un producto informativo en sí con un precio fijado?